jueves, 9 de abril de 2009

Ciencia confirma creencias sobre los efectos de la oración en el organismo

A mediados del siglo XIX, Francis Galton, antropólogo, geógrafo, explorador, inventor, meteorólogo, estadístico, psicólogo y primo segundo de Charles Darwin, tuvo la ocurrencia de investigar desde una perspectiva científica los efectos de la oración.

El experimento, considerado pionero en su propósito, comenzó con el análisis de la salud de la familia real británica, por quienes los feligreses de diversas iglesias rezaban en público todos los domingos. La lógica teológica indicaba que, con esas multitudes a su favor, los reyes y su parentela debían gozar de una salud de hierro. Pero no: el análisis estadístico de Galton reveló que, en términos de bienestar físico, sus majestades reales eran unos mortales comunes y corrientes.

Es probable, sin embargo, que el primo de Darwin fuera un tipo mordaz y no tuviera más intención que burlarse de los devotos. Al menos esa fue la impresión que dejó cuando le dio por rezar en cultivos escogidos de manera aleatoria para observar si las plantas crecían en estos más rápidamente que en los que no eran objeto de sus oraciones. La respuesta, al igual que en el primer caso, fue negativa.

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