Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador, es el burgalés más universal. A lahora de acercarnos a su persona hemos de distinguir dos figuras: la de un hombre histórico, del queconocemos bastantes datos, y la de un personaje literario creado por el Poema de Mío Cid y por el
Romancero.
El Cid histórico nació hacia 1048. La tradición señala que fue el cercano pueblo Vivar del Cid donde se produjo su nacimiento aunque no hay testimonios fehacientes.
En su juventud, logró la amistad del futuro rey Sancho II, del que fue fiel vasallo desde 1075 hasta 1072. A la muerte de este soberano, se puso inmediatamente al servicio de Alfonso VI, desarrollando distintas misiones ordenadas por el monarca.
Las buenas relaciones con el rey quedaron rotas cuando, en 1081,
intervino con su ejército privado, sin el consentimiento de su señor, en las tierras musulmanas de Toledo.
El incidente le costó el destierro, lo que le obligó a vivir de la práctica de la milicia en tierra extraña, primero a las órdenes del rey musulmán de la taifa de Zaragoza, y, tras la reconciliación con Alfonso VI en 1087 y después de unos pocos meses al servicio directo de este su rey en Castilla, en tierras de Levante, donde pasó los últimos doce años de su vida, primero como delegado del rey castellano y, tras hacerse reo, en 1088, de un segundo destierro, como guerrero independiente y príncipe del reino musulmán de Valencia, en cuya capital murió en el año 1099.
Sobre este muestrario de datos históricos, los poetas y juglares fueron añadiendo nuevos episodios imaginarios, hasta conformar un núcleo compacto de leyendas cidianas, que son precisamente las que en mayor medida han alimentado la imagen popular de este afamado guerrero.
Entre estos episodios legendarios hay que mencionar la Jura de Santa Gadea, la Afrenta de Corpes o el triunfo póstumo sobre los ejércitos almorávides.
La ciudad y sus alrededores están llenos de recuerdos del Campeador, demostración de la profunda huella que ha dejado este personaje en la ciudad. En las cercanías de Burgos se halla la villa de Vivar del Cid, donde la tradición ubica su nacimiento.
Cerca de la capital burgalesa está también el monasterio de San Pedro de Cardeña, muy vinculado a su figura y a su familia. En él se encuentra el primitivo sepulcro del Cid y de doña Jimena. Allí reposaron sus huesos hasta que, tras una serie de traslados, en 1921 fueron llevados a la Catedral, donde descansan hoy debajo del cimborrio.
En este templo se conserva también el denominado Cofre del Cid, guardado en la capilladel Corpus Christi, que se ha identificado popularmente con el que aparece en el Poema, entregado como fianza por don Rodrigo a los judíos Raquel y Vidas, aunque, en realidad, no sea más que un simple arcón, del siglo XIV, donde el cabildo catedralicio guardó durante un tiempo sus documentos más valiosos.
Próxima a la Catedral se levanta la iglesia de Santa Gadea, en donde la tradición nos cuenta que el Cid tomó juramento a Alfonso VI de no haber participado en la muerte de su hermano.
El denominado Solar del Cid es un monumento que se erigió sobre lo que pudieron ser las antiguas casas del Campeador. La plaza de Mío Cid, con la escultura ecuestre del héroe, y el Puente de San Pablo, con ocho esculturas de personajes vinculados a su persona, son dos de los grandes espacios
cidianos de Burgos.
Frente al Paseo del Espolón, en el Paseo del Espoloncillo, un monolito
recuerda el lugar donde se señala que acampó, en la glera del Arlanzón, con los suyos, en el inicio de su destierro.
En el Arco de Santa María, además de hallar una talla pétrea del Campeador en la fachada principal, labrada por Ochoa de Arteaga a mediados del siglo XVI, encontramos en su interior varios recuerdos suyos, en la Sala de la Poridad, como un hueso, una reproducción de la Tizona, su espada, una representación suya pintada por Pedro Ruiz de Camargo hacia 1600 y un interesante cuadro simbolista, obra de Marceliano Santa María, titulado “Figuras de Romance”, pintado en 1934.
Textos elaborados por la Universidad de Burgos
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