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lunes, 17 de diciembre de 2007

Los pobres de Venezuela ya no están con Chávez

Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998, la artesana Mílvida Alcázar sintió que por fin había una esperanza en su vida.

Trabajó en todo lo que pudo de forma voluntaria y sin paga para apoyar la revolución, por considerar que Chávez era el único presidente que había mostrado preocupación por los pobres y los indígenas.

''Siempre voté por Chávez porque hablaba mucho de ayudar al pobre y, como yo soy pobre, vi una luz de esperanza'', afirmó Alcázar, cuyo padre es de la tribu warao, que aún sobrevive en Delta Amacuro, en el oriente del país.

Pero después de muchos años difíciles y varias desilusiones, Mílvida cambió radicalmente su fanático entusiasmo por el régimen chavista. En Mamera, el barrio marginal ubicado en los cerros del oeste de Caracas, Alcázar encarna ahora la típica historia del chavista desilusionado, que lucha abiertamente contra el proyecto socialista del comandante Chávez.

''No queremos un socialismo que nos quite el derecho de vivir libres'', dijo la artesana en una conversación entre vecinos. Alcázar no oculta su intenso pasado revolucionario.

En el 2004, cuando ya vivía en la capital venezolana, estaba tan preocupada por la posibilidad de que Chávez perdiera el poder durante un referendo revocatorio que se ofreció como voluntaria en la Defensoría del Pueblo, en Caracas, ''para poner mi granito de arena''. Así, fue juramentada como patrullera de las Unidades de Batalla Electoral (UBE), un equipo escogido entre los chavistas más comprometidos.

''Mi trabajo era llevar gente a sacar la cédula e inscribirla en el REP [Registro Electoral Permanente]'', relató Alcázar.

Chávez ganó el referendo. Pero cuando el esposo de la humilde artesana, Juan Medina, la abandonó con siete hijos, a ella le pareció que lo más natural era buscar apoyo entre sus compañeros revolucionarios. La ayuda nunca llegó.
''Apenas estaba pidiendo una contribución de 100,000 bolívares [unos $46.50 al cambio oficial] a la alcaldía de Libertador'', señaló la mujer. Entonces vivía en un rancho de paredes de madera y techo de zinc situado en la parte alta de Mamera. ``No tenía capital para trabajar ni nada para comprarle comida a mis hijos. Sentí que me utilizaron y después nadie me conocía''.

En Mamera, cada vez son más los residentes que, como esta desencantada chavista, están mostrando abiertamente su desilusión con las propuestas radicales de Chávez, sobre todo después del referendo del pasado 2 de diciembre en el que fue derrotada la propuesta de reforma constitucional impulsada por el mandatario.
Tomado de El Nuevo Herald, Miami, EE.UU